jueves, 19 de enero de 2017

Carta de una Desconocida



     
Carta de una desconocida.

 
     Sentado a la luz de la chimenea, en una amplia biblioteca pasaba los días sin ninguna preocupación, miraba el fuego y lo envidiaba, este tenía tanta vitalidad y era una cosa que todo su dinero no le podía dar.

     Añoraba los días en los que sentía que vivir el momento era lo más importante, pero a través de los años se fue dando cuenta de que su actitud era muy egoísta, y la llama de su vitalidad se fue apagando lentamente, hasta casi torturarlo.

     Uno de sus fieles sirvientes interrumpió su soledad para traerle su correspondencia.

-Amo Aarón, ¿no cree que debería salir un rato? Se ha pasado mucho tiempo encerrado en estas cuatro paredes- lo conocía desde que era un niño y lo quería como si fuese su propio hijo.

-Estoy bien así Eliott, gracias pero no tienes que preocuparte por mí. - dijo tratando de tranquilizar al anciano que lo había criado en lugar de sus padres, muertos hace muchos años atrás.

     Precisamente quería que saliera porque se trataba de un día muy especial, era su cumpleaños número 29 y las bellas ciudades de Inglaterra eran conocidas por varios lugares donde poder encontrar a una joven que quisiera pasar la noche con él, pero para él no significaba más que una noche del 17 de agosto de 1937.

     Recibió de las frías y arrugadas manos del anciano las cartas que le habían llegado, la mayoría era de empresarios que querían que se casara con una de sus hijas o eso era lo que él interpretaba de las cartas, ya que a lo largo de los años habían sido muchas las ocasiones en las que lo habían invitado a una cena solo para presentarle a hermosas jóvenes dispuestas a comprometerse con él, mas la última que tomó le llamó mucho la atención, el sobre era de color amarillo, como si alguien lo hubiese guardado desde hacía muchos años, además no tenía un remitente, lo único que decía era “Para Aarón Blake”.

     Llevado por la curiosidad decidió abrirla dejando las demás al lado de un mueble junto a una maceta con rosas blancas, un regalo que le había llegado hace poco como era ya costumbre de cada año.

     Era una mujer la que le había escrito, ya que tan elegante y delicada letra era imposible de concebir de las manos de un hombre, de aquel sobre amarillento sacó varias hojas, sin duda la persona que le había escrito se había tomado su tiempo o eran demasiadas cosas las que debía decirle.

     Encendió una vela para poder ver mejor, la noche estaba llegando y los últimos rayos del sol estaban desapareciendo, tomó las hojas y se dispuso a leer, hace varios minutos que su sirviente había salido de la habitación y dudaba que se atreviera a interrumpirlo.

     La llama de la vela iluminó las hojas y las palabras fueron llegando a su mente:

A mi Amado Aarón:

     Quizás no recuerdes quien soy, pero yo si te recuerdo muy bien a ti. Cuando tenías 17 años viniste a vivir en esta casa que de seguro debes seguir habitando, la primera vez que supe de ti fue cuando te estabas mudando, yo vivía a unas cuantas casas de ti, es la que tiene un balcón con rosas trepadoras.

     Como era una chiquilla curiosa de 15 años me acerqué a ver a mi nuevo vecino.

-Disculpe, ¿Quién se mudó aquí?- una muchacha vestida con finas telas se acercó hasta los carruajes, los empleados venían bajando varias cajas, de pronto una de ellas se cayó y varios libros fueron a dar a sus pies.

-Lo lamento mucho señorita- se disculpó uno de los hombres mientras ella se arrodillaba a ver los libros- no era mi intensión tirarle esto encima ¿se encuentra bien?

-Sí, estoy bien.

     Jamás había visto libros tan interesantes y en tantos idiomas, alemán, francés, italiano y tantos como uno se podía imaginar… lo primero que pensé fue ¿a quién pertenecen tantas obras de arte? De seguro es alguien que ha viajado por todo el mundo y ha visto sus maravillas, deseaba conocer a la persona que era dueña de aquellos libros. Y fue como si un genio me hubiese escuchado, ya que mi deseo se volvió realidad y ahí en el pórtico de tu hogar te vi por primera vez, tu aire juvenil no podía quitar las masculinas facciones de tu cara, tus ojos dorados habían logrado hipnotizarme, era amor a primera vista.

-Lo siento mucho mi señor, fue un pequeño accidente, pero ya lo estamos solucionando.

-¿Quién es la niña? –preguntó al ver a la joven que se encontraba al lado del trabajador.

-Yo… vivo por aquí cerca.-…

-Espero que no te hayas lastimado… en cuanto a ustedes tengan cuidado y lleven rápido esos libros a la biblioteca, el cielo está nublado… pronto empezará a llover.

     Hablaste como todo un hombre, supongo que la muerte de tus padres te hizo madurar antes de tiempo, luego de eso volviste a entrar a tu casa… y tal como lo dijiste pronto empezó a llover, pero a pesar de eso no me fui, quería que me vieras de nuevo, pero no como la niña que pensabas, sino más bien como alguien de quien te pudieses enamorar.

     Pero por las vueltas del destino mi deseo no se pudo concretar ya que tu siempre estabas en fiestas y volvías acompañado con diferentes mujeres cada día y lo que era peor… mi familia había caído en la miseria.

     Aarón hizo una pausa en su lectura recordaba ese día, pero lo que no podía recordar era a la niña a quien había visto husmeando entre sus libros. Su rostro, sus ojos, el color de su piel, nada de eso regresaba a su mente.

      Miró por la ventana de un pasillo a la salida de la biblioteca y enfocó su vista en la casa que aquella joven le había descrito, según recordaba una mala inversión había llevado a esa familia a la quiebra y tuvieron que marcharse aproximadamente seis meses luego de que él se fuese a vivir en esa zona, tal y como lo había dicho, el balcón de una de las habitaciones tenía rosas trepadoras, pero todas estaban marchitas, hacía años que se negaban a crecer, al parecer extrañaban a la persona que las había cuidado por tanto tiempo… las rosas eran blancas eso si lo podía recordar… y de la nada una fugaz imagen se formó en su mente de aquellos años en los que esa casa tenía a sus antiguos moradores, por un segundo creyó volver a ver a aquella niña en el balcón de su casa, con su vestido azul y rodeada de las rosas blancas, pero por más que trataba no podía recordar su rostro.

     Decepcionado por su mala memoria volvió a sentarse para continuar con la lectura, se puso cómodo y tomó una vez más las hojas…

     Luego de la quiebra a mi familia no le quedó más opción que mudarse a una antigua casa de clase media, fue lo único que no nos quitó el banco, allí pasé malos momentos ya que yo solo tenía 15 años y nunca había trabajado en mi vida.

     De todas formas, eso a ninguno de mis padres les importó, ya que a la mañana siguiente me consiguieron un trabajo como lavandera y mis manos que antes eran delicadas cual fina seda, ahora eran tan ásperas como las rocas del desierto.

     De todos modos cada día pensaba en ti, y en como en esos momentos debías de estar leyendo aquellos libros que trajiste hasta tu hogar… mi deseo era verte nuevamente, no importando lo que me costara.

     Así fue como pasaron dos años más de mi vida, y si te lo preguntas, sí, pude verte, pero a la distancia, ya que era yo la que se encargaba de lavar tu ropa y cada semana iba a dejarla, era ese el momento en el que te veía, tu mirada estaba perdida en el horizonte y en tus ojos dorados siempre podía ver una sombra de tristeza, como anhelaba poder consolarte, hacer que se dibujara una sonrisa en tu rostro y reemplazar toda esa tristeza por amor y felicidad.

     Pero al parecer el destino tenía otros planes, un antiguo amigo de la familia aceptó ayudar a mi padre a cambio de que yo me casara con su único hijo, Kyle, ambos nos conocíamos desde niños, pero no nos amábamos, al menos yo no a él, ya que mi corazón te perteneció desde el principio, como sea, ambos empezamos a salir como una pareja normal, más que nada obligados por nuestros padres, ya que ellos esperaban que algo de amor naciera entre nosotros para así hacer que el matrimonio fuese algo más soportable.

     Una noche en la que Kyle pasó a recogerme me llevó a una de esas fiestas de la alta sociedad, mas yo no le tomé importancia a nadie que estaba allí, ya que todos nos habían dado la espalda cuando empobrecimos, las mujeres veían con envidia el vestido que llevaba, este era de una tela color lila, la que hacía resaltar mi juventud y atraer la mirada de todos los hombres presentes, pero la que atraje sin pensarlo fue la tuya, tu también estabas ahí y me veías mientras que yo bailaba con Kyle.

-¿Sucede algo? Estas algo tensa- sujeta con delicadeza las manos de aquella joven que parece tender a temblar de vez en cuando entre sus brazos.

-No, no es nada.

-En verdad lo siento, me obligaron a traerte aquí… ambos sabemos muy bien que no nos podemos enamorar.

-Kyle… uno no manda en el corazón, te entiendo, el que tu ames a Anna es algo muy hermoso, no importa lo que diga tu padre, el que ella sea una sirvienta de tu casa no la hace menos mujer.

-Tu sí que me entiendes, por eso siempre has sido mi mejor amiga, desde siempre y para siempre.

     A pesar de todo Kyle me contó que se escaparía con Anna lejos de Inglaterra, donde nadie nunca los pudiera encontrar y así vivir felices… quizás suene tonta esta pregunta pero… ¿Qué iba a ser entonces de mí? Pues bien, digamos que sería lo que el destino quisiera.

     Y lo que quiso fue que te conociera, ya que mientras nosotros seguíamos en medio del salón tú te acercaste.
   
     Todos observaban a la joven pareja mientras bailaba, un joven de ojos dorados como el mismo sol y un porte elegante se acercó hasta ellos para interrumpirlos mientras que estos bailaban.

     -Disculpa Kyle, ¿me permitirías bailar con esta hermosa joven?- le dice Aorón mientras que ve a la frágil muchacha que baila con su eterno rival.

     -No lo sé bestia, todo es cuestión de lo que diga ella- le dice mirando a su compañera la cual ve con ojos brillosos al hombre que tiene al frente.

     -¿Qué dices hermosa dama? - pronuncia aquellas palabras sin saber lo mucho que significan para la joven- ¿me concedes esta pieza?- como todo un caballero extiende su mano invitándola a bailar esperando que ella la tome.

     -Será todo un placer.- acepta la mano que se le ofrece mientras que Kyle ve con algo de desaprobación el comportamiento de aquella bestia-

-Descuida lobo… solo será esta pieza de baile- dice para calmarlo, viendo en sus ojos la preocupación de su amigo.

Ve como Kyle se aleja para comenzar a bailar con aquella delicada criatura, no entiende cómo fue que consiguió a aquella hermosa mujer, sus manos se encajan tan bien en aquella cintura, como si ambos fuesen piezas de un rompecabezas y al estar juntos formaran uno solo- jamás pensé que Kyle encontraría a una bella doncella como tu ¿Cuál es tú nombre hermoso ángel?

-Mi nombre no importa.

-Al menos sería una descortesía de mi parte no presentarme siendo que te he rescatado de ese lobo- ante su comentario la chica solo puede soltar una pequeña risa.

-… sé quién eres, no hay londinense que no conozca el nombre de Aarón Blake.

-Vaya… no sabía que fuera tan popular… déjame decirte dama misteriosa, que tengo el presentimiento de que ya te he visto en alguna parte.

-Tal vez… pero apenas era una niña, esta es la primera fiesta de la alta sociedad a la que vengo.

-Entonces déjame llevarte al balcón, quiero que las estrellas sientan envidia de ti.- al escucharlo no pudo evitar sonrojarse, él la estaba mirando como una mujer y le estaba coqueteando.

-¿No crees que estas siendo muy atrevido? Estoy comprometida.

-Pero no estás muerta, además tú tienes un alma libre, eso lo pude ver desde el primer momento, cuando entraste del brazo de ese lobo.

-… muy bien, lo acompañaré.

-No son precisas las formalidades, ¿sabes?

     Nadie, ni siquiera Kyle se dio cuenta de que ella era guiada al balcón junto con Aarón. Las estrellas en lo alto brillaban tanto como los ojos de aquella chica la cual estaba tan cerca de ese hombre al que había amado en secreto, Aarón la contemplaba, sus rosadas mejillas, su largo y sedoso cabello, todo en ella era perfecto, como una obra de arte.

     Con una de sus grandes manos acarició una de las mejillas de la chica, notando como éstas se tornaban rojas al tacto, jamás había visto a tan dulce criatura, ella era tan inocente, sus ojos se encontraron y una pregunta surcó su mente… ¿a qué sabrían esos carnosos labios?

     La mano que se encontraba en la mejilla fue subiendo hasta enterrarse en su cabello, haciendo que ella se acercara, no podía evitarlo, había algo en ella que lo atraía profundamente, miró su rostro y como ella entreabría sus labios, también deseaba besarlo, y él no iba a defraudarla, se acercó con lentitud hasta sus labios, poniendo una mano en su cintura, mientras que ella con timidez posaba sus manos en su pecho.

     Aquellos labios eran la gloria, nunca había sentido tanta suavidad provenir de una mujer, todas las otras con la que había pasado una fugaz noche de pasión no se comparaban con ella, él deseaba mas, pero por desgracia esa mujer estaba comprometida, si llegaba a tocarla la tratarían como a cualquier mujerzuela, y a él solo le gustaba estar con mujeres que eran casadas, ya que a ellas amantes les sobraban, y era menos riesgoso que estar con una muchacha que se inicia en la vida de mujer.

     Pero no era el momento de pensar en eso, debía de disfrutar de aquel beso lo más que se pudiera, ya que quizás, ese sería el último.

     Las manos de la muchacha empezaron a empujarlo con  delicadeza haciendo que se separaran, la magia había terminado, pero no la sensación que se habían provocado.

-Lo lamento- dijo de pronto Aarón, provocando en ella una mirada de tristeza ¿acaso se arrepentía de haberla besado?- si hubiese llegado antes quizás en estos momentos tu serías mi prometida.

     Las palabras la dejaron atónita, eso nunca se lo esperó de Aarón, él la estaba empezando a amar, dejó de ver a la niña y se fijó en la mujer.

-Te equivocas- dijo de pronto ella atrayendo toda la atención del joven- Kyle y yo estamos comprometidos… pero él no se va a casar conmigo.

-¿Qué dices? ¿A qué te refieres?

-Lo que escuchas, él no se va a casar conmigo… mi alma sigue siendo libre- sus pequeñas manos acariciaron el rostro de Aarón que estaba impactado, pero ante tan suave tacto solo volvió a besarla, pero esta vez de una forma más apasionada.

-Yo sabía que tú eras demasiado hermosa para él… pero dime ¿entonces para que este teatro?

-Es por nuestras familias.

-… un matrimonio por conveniencia, detesto eso, que solo vean el dinero que se puede ganar…

     Hablabas con tanta elocuencia, nunca había escuchado palabras más ciertas, yo deseaba huir, desaparecer para siempre y ser como tu decías “un alma libre”, al menos por una vez quería que mi destino no lo eligieran los demás.

      Hablamos toda la noche hasta que Kyle me anunció que ya era hora de partir. Me despedí de ti con un abrazo, que tú correspondiste cariñosamente, mi mente me decía que te soltara, que ya era hora de partir, pero mi corazón decía todo lo contrario, que me quedara contigo todo el tiempo que quisiera. No deseaba separarme de ti, ni en ese momento ni nunca, pero entonces me susurraste algo al oído “Espero verte mañana en mi casa”… tu me habías invitado a pasar más tiempo contigo, era como si me hubieses leído la mente.

     En un momento que no logro recordar fui apartada de tu lado, mi amigo Kyle, él no me quiso hablar en todo el camino, si no hasta que llegamos a mi casa.

-Ten cuidado con Aarón- su voz sonó más como una amenaza que como una advertencia.

-No te entiendo, él fue muy amable conmigo.

-… ahora lo fue, pero no dudes en que solo te querrá para tenerte en su cama… no quiero que te rompa el corazón, sé que estas enamorada de él… además… yo ya no estaré para protegerte y darle su merecido.

-¿Eso significa que…?

-Sí, hoy en la noche me fugaré con Anna, lo siento, pero ya no puedo esperar más, mi padre empieza a sospechar.

-Descuida, por mí no hay problema, pero a cambio te pido una cosa.

-¿Eh?... lo que sea.

-Hazla muy feliz- dicho esto lo abrazó y así se quedaron, siendo observados por la mirada triunfante de su padre, quien ya cantaba victoria ante la idea de salir de esa vida de pobreza.

     Recuerdo muy bien esa mirada, la vi cuando entre a casa, mi padre el gran Howard, estaba feliz ante la idea de volver a sus andanzas en la alta sociedad, la pobreza lo había vuelto un hombre mucho más arrogante, tomando a todos por inferiores, muchas veces pensé que había perdido el juicio.

     Como sea, a la mañana siguiente llegó el padre de Kyle, era muy temprano, lo estaba buscando y pensó que se encontraba conmigo… como te imaginarás me obligaron a hablar, pero ya era demasiado tarde, a esas alturas, Kyle debería estar en un barco hacia Estados Unidos junto con Anna, donde seguramente serían felices.

     Lo siguiente que sentí fue una cachetada en el rostro, mi padre se avergonzaba de mi, dijo que era débil y que si no me casaba con Kyle ya encontraría a alguien más que tuviera el suficiente dinero como para mantenernos.

     Ese era uno de mis miedos, verme obligada a casarme con uno de esos viejos ricos que no consiguieron esposa por su horripilansia, uno de los bien llamados viejos verdes, cualquiera estaría más que complacido en casarse con una muchacha que tenía edad hasta para ser su hija, pero eso yo no lo iba a permitir, lo que más deseaba era llorar y desahogar esta pena tan grande que tenía en mi pecho, así que me escapé de mi hogar y en cambio me refugie en el tuyo, deseando con todas mis fuerzas que me recordaras y me recibieras.

     Al llegar a tu casa toqué la puerta y uno de tus sirvientes me abrió, creo que su nombre era Eliott, él fue muy amable en invitarme a pasar y guiarme hasta tu biblioteca.

-Mi señor vendrá enseguida señorita, póngase cómoda.

-Muchas gracias- en aquella sala llena de libros, justo en una de las paredes había un enorme espejo en donde comenzó a arreglarse, limpiando las lágrimas que hace unos pocos momentos habían recorrido su rostro.

-No sé para qué haces eso, ya de por si eres muy hermosa- esa profunda voz hizo que se volteara y que sus ojos se encontraran con los de ese hombre en el que no podía dejar de pensar.

-Quería verme presentable.

-… por lo que veo estuviste llorando- con sus manos apartó los residuos de aquellas lágrimas de su rostro.

-¿Recuerdas lo que hablamos ayer?

-Sobre que Kyle no se casaría contigo.

-Sí… nuestros padres ya se enteraron… anoche luego de la fiesta Kyle huyó con ella.

-Es un miserable, no debió hacer eso… dejar a su suerte a una joven tan linda… la que por cierto aun no me ha dicho su nombre.

-Como ya te dije… eso no es importante.

-… ¿Por qué?

-Porque por muy enamorada que este de ti, siempre habrá alguien en tu mente que te hará olvidarme.

     Y en eso tenía toda la razón, ya que tu nunca estabas solo, siempre estabas rodeado de las mujeres más hermosas de todo Londres, ¿Por qué habrías de recordar a una mujer tan insignificante como yo?
     De todas formas te dije mi nombre, ya que tú me rogaste que lo hiciera, diciendo que “es un delito dejar a una hermosa flor sin nombre”

     Aarón dejó la carta a un lado, recordando todas las veces que había dicho esa frase para obtener el nombre de las jovencitas y así conquistarlas, se sentía miserable, aquella joven lo amaba de verdad y él ni siquiera podía recordar el nombre que tanto había luchado por conseguir. Si solo pudiera hacerlo su alma quizás encontraría algo de paz, pero no, por más que lo intentaba en su mente solo recordaba fugaces momentos, pero nada más, recordaba a Kyle bailar con una joven que fue su prometida, pero nada más, todo le era muy confuso.

     Volvió a su lectura, quizás ella intentaba encontrarlo, sino ¿para que se había tomado tantas molestias en escribirle?, pero… ¿y si se habían peleado por algo? ¿Es que el universo estaba empecinado en que la olvidara? Alguien tan importante debería estar viva en su mente, recordarla cada día de su existencia, pero no podía… y pensando en que le había ocurrido a esa joven decidió volver a leer.

     Junto a ti pasé la tarde más maravillosa de mi vida, nunca me había sentido así, era como un sueño hecho realidad, tú me diste tanta atención, que creo que era imposible que hicieras realidad los temores de Kyle, o más bien eso era lo que mi enamorado corazón me decía… de ese día pasó una semana en la que yo no dejé de visitarte, cada día luego de mi turno en la lavandería iba a verte y eran horas completas de charla, nos contamos toda una vida el uno al otro, pero como nada es eterno tu me diste una noticia que hizo que el sol dejara de brillar para mí.

-… mi bella flor… estos días contigo han sido tan mágicos que esto que voy a decirte me rompe el corazón.

-¿Qué sucede Aarón?- dijo ella mientras acariciaba su rostro.

-Debo viajar a París en dos días y no sé cuando volveré, hay asuntos personales que debo resolver.

-Entonces… ¿esto es el adiós?- su voz sonó casi como un susurro, no deseaba separarse de él.

-No un adiós, sino un hasta luego, prometo que apenas vuelva te buscaré- la abrazó para darle tranquilidad, sin embargo, lo hacía más que nada para tranquilizar su mente a causa de la mentira que le había dicho… iba a Paris, pero aparte de ser por un asunto personal, era para disfrutar de los burdeles, hacía tiempo que no estaba con una mujer y ya que a ella la consideraba como intocable, debería saciar su sed con alguien más, de todas formas no dejaba de sentirse culpable por lo que le estaba haciendo a esa joven que había logrado llegar hasta su corazón como nadie más lo había hecho.

-No quiero que te vayas.

-Volveré cuando haya saldado unas cuentas pendientes, si todo sale bien estaré aquí para celebrar mi cumpleaños.

-¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El 17 de agosto, ¿acaso planeas hacerme un regalo?

-…te daré flores, para que siempre me recuerdes, todos los años.

-Viniendo de ti… será imposible olvidarlo, tú me das tanta paz, contigo dejo de sentirme en soledad.

-¿te sientes solo?... pero ¿y tus amigos?

-Solo son amigos cuando hay una fiesta… tú estás conmigo no importando que… como una amiga, aunque yo diría que eres más que eso… eres mi cómplice, mi compañera, alguien a quien no deseo olvidar- se acercó hasta sus labios y les dio un suave beso, casi pareció un roce, pero al momento que pensaba retirarse, ella lo aprisionó con sus brazos, volviendo cada beso que nacía más apasionado que el anterior, hasta que sin darse cuenta ambos empezaban a subir a la habitación del chico dejando tras de sí un rastro de ropa.

     Para cuando llegaron a su habitación, ambos estaban ya casi desnudos, Aarón se deleitaba con la figura femenina que tenía enfrente, era tan delicada, tan hermosa, jamás pensó en tener a una mujer como ella para compartir su lecho, en verdad la deseaba, tanto que hubiese jurado que se convertía en una bestia.

     Esa noche me hiciste tuya, fue le primera vez que estuve con un hombre y no la hubiese cambiado por nada del mundo, aun recuerdo como acariciabas mi espalda y besabas el lunar que tenía en mi hombro, decías que te parecía sensual, mientras que yo no dejaba de mirar tus ojos, siempre tan dorados e incapaces de ocultarme tus sentimientos, quería recordarlos cuando te fueras a París.

     No me importaba lo que pasara, las consecuencias de mis actos, el castigo a mi pecado, pero de todas formas me quedé contigo en tu habitación, en tu cama los dos días que faltaban para que te marcharas, y si hubiese podido me marchaba contigo, pero no quería ser un estorbo, de seguro no tendrías tiempo para mi, debía de suponer que se trataba de un asunto muy urgente para irte de esa manera, cuando llegó el momento de separarnos ambos seguíamos con esos fugaces besos que tanto nos gustaban.

-Prometo que cuando vuelva te buscaré.

-Sí, sé que lo harás- al día siguiente él marchó hacia el puerto, mientras que ella volvía ser una simple lavandera mal pagada.

      Bien, aquí es donde no sé cómo seguir, pero para que mi conciencia pueda descansar debo confesártelo, no sé como lo irás a tomar y si llegas a odiarme no te culparé ya que yo lo hice en mi momento… pero la verdad es que en esa noche que pasamos juntos yo quedé embarazada, lo que más quería es que volvieras para que te diese la noticia, yo iba a darte un hijo… sin embargo pasaron cuatro meses en los que no volviste, y por más que traté, mi embarazo se delató ante mi padre, aun recuerdo la enorme golpiza que me dio, casi temí perder a nuestro hijo.

-No eres más que una ramera, ¿Quién es el padre de ese bastardo?- la joven arrodillada del dolor a sus pies lo miraba con ojos llorosos.

-No te lo diré- veía el rostro de su padre, Howard no era alguien a quien se le pudiese negar algo, él siempre lo conseguía, no importaba por sobre quien tuviese que pasar.

-Claro que lo harás… a menos que quieras que tu hijo termine con un agujero en su cuerpo.

-No serías capaz… padre por favor, también es tu sangre, este niño es tu nieto.

-Lo único que quiero saber es el nombre del sujeto que te embarazó, él debe hacerse cargo y casarse contigo, no permitiré que nuestro nombre se ensucie mas- de un antiguo baúl sacó una vieja ballesta, recuerdo de su lucha en la Primera Guerra Mundial- tu elijes hija- al ver que no tenía escapatoria no le quedó más que confesar.

-… su nombre es… Aarón Blake.

-No mientas, ¿Por qué él habría de fijarse en ti?

-Lo conocí en la última fiesta a la que fui con Kyle, era a su casa a donde iba al salir de mi turno en la lavandería- se sentía la mayor escoria del mundo, miró a su padre y este tenía esa sonrisa avariciosa en su rostro.

-Eso lo cambia todo… vamos, levántate, iremos a su casa ahora mismo.

     Me arrastró hasta allá, por más que forcejeé solo logré lastimar mi antebrazo, su agarre era tan fuerte que sentía que iba a cortarme el brazo.

     Para cuando llegamos, la casa aun se encontraba vacía, aunque no me sorprendía, ya que el día anterior yo había ido a buscarte, apenas sentí cuando alzó mi cuerpo y me azotó contra la puerta, estaba furioso, y yo temí mas por el bebé, que en esos momentos era tan frágil.

-Te dije que no estaba.

-¡¿Cuándo vuelve?! Esto no se va a quedar así, él se tiene que casar contigo… ¡no pienso seguir viviendo en la miseria!

-Ya me lo imaginaba… solo quieres el dinero que le puedas sacar al estar casado conmigo- decía mientras luchaba con el agarre del hombre.

-¿Y qué esperabas? Siendo mujer no sirves para otra cosa, debo de admitir que me puse muy feliz al saber que él era el padre, con su dinero volveré a estar en la cima, nada ni nadie me lo impedirá esta vez… volvamos a casa hija- dijo el hombre con cinismo- debes cuidar a mi nieto, quiero que cuando su padre te vea se sienta muy feliz de que estés esperando un hijo suyo.

     En ese momento no pude más que obedecer, pero de algo estaba muy segura, no iba a permitir que ese hombre te embaucara usando como escudo a nuestro hijo, así que después de mucho meditar decidí escapar de mi casa y sobrevivir a toda costa hasta que tú volvieras.

     Gracias a viejas amistades logré tener un techo, que por temporal que fuera me mantendría a salvo de las peligrosas calles del barrio bajo de Londres, y en cuanto al trabajo conseguí un pequeño empleo en una cantina, aunque solo consistía básicamente en limpiar y tener todo ordenado, la dueña me recibió muy bien y me apoyó ante todo, ya que ella también había corrido con mi misma suerte, embarazada de joven y sin su hombre a su lado.

     Un bello día de primavera me encontraba en medio del mercado, estaba comprando los ingredientes para el almuerzo de la casa, ahora ya contaba con 7 meses y medio me embarazo, y no te había ido a ver por miedo a que mi padre estuviese rondando tu hogar, pero al parecer mis ojos querían jugarme una mala pasada, ya que por casualidad tropecé con alguien y cayeron todas las cosas de mi canasto, al alzar mi vista mis ojos se toparon con dos soles que brillaban en tu cara.

-Disculpe, no me di cuenta por donde pasaba- se disculpó Aarón mientras que ponía todas las cosas de vuelta en el canasto, de cierta forma y a pesar de la diferencia de niveles sociales se sentía culpable por tropezarse con una mujer embarazada.

-Volviste…- dijo la joven casi en susurro, siendo sus palabras llevadas por el viento.

-Aquí tiene señora- dijo mientras le pasaba el canasto con todas sus cosas.

-… ¿acaso no me recuerdas?- dijo con tristeza, mientras que él la miraba con atención.

-…no, lo siento, quizás me confunde con alguien más- de la nada una elegante mujer apareció para tomarse del brazo de Aarón.

-Aarón cariño ¿Por qué tardas tanto?

-Disculpa Isabella, pero es que me tropecé con esta señora y la estaba ayudando con sus cosas.

-Tu siempre tan amable Aarón… ¿acaso la conoces?

-No, para nada, nunca la había visto.

     Mi corazón se partió en mil pedazos cuando escuché tus palabras, y sin que te dieras cuenta me marché, pero te seguí mirando a lo lejos, como tú y esa mujer, Isabella, reían, no pude evitar sentir envidia viendo como en tus ojos había el mismo amor que una vez me diste a mí, pero ¿Quién era yo para competir con ella? No era más que una limpiadora de pisos, alguien que había perdido todo su orgullo y se retiró de la pelea por el amor de un hombre que ni siquiera era capaz de recordarme.

     Pasó el tiempo y le enseñé a mi corazón a dejar de amarte, ya que después de todo este era muy testarudo y se negaba a olvidarte, y le fue más difícil aún al tener en este mundo el fruto de nuestro amor.

     No te imaginas el hospital al que fui a dar a luz, era uno de esos lugares en los que te trataban como la peor escoria del mundo, un lugar en donde las rameras iban a parir los hijos que no habían podido abortar.

     Sufrí mucho, mi parto fue muy doloroso, y casi muero al perder tanta sangre, pero el solo hecho de ver a ese pedazo de cielo en mis brazos me dio fuerzas, no iba a dejar solo en este mundo a esa criatura indefensa, ya que en esos momentos yo era lo único que tenía.

     Era el ser más hermoso que había visto jamás, pero por esas cosas de la vida, este niño era tu vivo retrato, y sin darme cuenta comencé a llorar y supe que por mucho que te quisiera olvidar eso me sería imposible, este corazón mío había logrado ser lo más terco que había conocido, pero no importaba lo que pasara yo no iba a volver a tus brazos, ya que sabía que estos no estarían abiertos para mí.

     Al pasar los años seguí con mi trabajo en la cantina, la dueña era muy amable, a tal punto que me dio una pequeña habitación en donde poder quedarme, y así trabajar tranquilamente sin tener que preocuparme por dejar solo a Robert, nuestro hijo, quien crecía espléndidamente. Siendo tu vivo retrato, cada vez que lo veía a esos ojos dorados te estaba viendo a ti y eso me daba paz, era como volver a tener 17 años y ser aquella chiquilla con la que bailaste en aquel gran salón.

     Y por mucho que no quisiera, mi mayor deseo era verte… pero… cuando este se cumplió… no fue en las mejores condiciones.

     Era una noche de neblina y la cantina estaba comenzando a desocuparse mientras que yo seguía recogiendo todo lo sucio para empezar a limpiar, cuando de pronto me llamó la atención un hombre que se encontraba borracho, con la mitad del cuerpo tirado sobre la mesa, estaba completamente solo, no había ningún alma cerca de él para que se hiciera cargo.

     Kattarina, la dueña de la cantina, una mujer ya de la edad adulta, me llamó para ayudarle a sacarlo, para mí ya era habitual dejar a lo ebrios afuera de la cantina cuando ya estábamos por cerrar, ya que después de unas cuantas horas de sueño siempre volvían.

-Muchacha, ayúdame con este, al parecer nadie vino con él.

-Como diga señora- ambas mujeres lo tomaron de los brazos para levantarlo, en eso la joven madre miró el rostro de aquel hombre solitario quedándose estática.

-¿Qué te sucede? ¿Acaso lo conoces?

-Por desgracia- respondió ella, viendo con tristeza el rostro de Aarón.

-Por sus ropas te puedo decir que es de buena familia, ¿de dónde lo conoces?

     No sabía que responder, luego de tres años sin verse era un mar de emociones el que se sentía en ese lugar.

-Da igual, no podemos dejarlo afuera, pueden hacerle daño- maldito y traicionero corazón, una vez más le das la espalda a la razón y dejas que te cautive un hombre que ni siquiera te recuerda- iré a dejarlo a su casa.

-¿Acaso estás loca mujer? Afuera es peligroso, además ¿Qué hay de tu hijo? Él te necesita ¿Qué hará si algo te sucede?

-No te preocupes… su padre estará conmigo para protegerme- ya decidida, comenzó a despertar al hombre de su sueño- vamos, es hora de ir a casa… volveré apenas pueda Kattarina.

-Ten cuidado niña- ambas mujeres ayudaron a ponerse de pie a ese hombre tan alto, había cambiado mucho en eso años, aquel aire juvenil estaba diciendo adiós, dando paso al hombre ya mayor.

     Él se dejaba guiar y de vez en cuando volteaba su rostro y observaba a la muchacha que lo llevaba a su hogar, el camino se les hizo largo ya que ninguno de los dos hablaba.

     Para cuando consiguieron llegar ella amablemente le pidió las llaves, las que le fueron entregadas enseguida, abrió la puerta y lo ayudó a llegar hasta su habitación en donde entraron sin hacer ningún ruido, para entonces la joven pudo notar que la borrachera de su acompañante se había ido un poco.

-No tenías por que venir a dejarme- Dijo de pronto Aarón haciendo que toda la atención de la joven se volcara en él- pude arreglármelas solo.

-Por lo que vi diría que estas muy equivocado- lo miraba con aires de preocupación, lo conocía lo suficiente como para saber que Aarón era alguien a quien le gustaba asistir a fiestas, pero esta vez… estaba completamente solo- no es bueno estar solo si te vas a embriagar.

-Quería quitarme esta pena de encima.

-¿Pena?- ella lo miró extrañada, mientras que Aarón tomaba la decisión de contarle lo sucedido.

-Ayer fue mi cumpleaños.

“Lo sé” pensó ella mientras veía esa soledad en sus ojos- ese no es motivo para estar triste.-

-Nadie lo recordó- dijo mientras bajaba la cabeza, casi parecía derrotado- lo único que me llegó fue un ramo de rosas blancas que alguien me envía todos los años de forma anónima… estoy muy solo.

-La soledad no se escoge, uno mismo se la impone.

-Tu cara me es muy familiar… ¿acaso te conozco hermosa flor?- su mirada dorada estaba clavada en los ojos de su acompañante, nunca se había visto en una situación así.

     A pesar de todo, pudo ver a ese muchacho de 19 años una vez más, deseaba consolarlo, pero no sabía cómo se lo tomaría, ya que después de todo, él no había logrado recordarla, pero era tanta la pena que veía en sus ojos que no se pudo resistir a abrazarlo y darle ese afecto que tanto necesitaba, sin embargo a tal punto llegó la necesidad de él de sentirse querido, que comenzó a besar el rostro de su acompañante, ella en el primer momento se resistió, pero luego comenzó a corresponderle, desatando toda esa pasión que había estado contenida por esos largos años de estar sin él.

     Esa noche volví a ser tuya y me quedé a tu lado hasta la mañana, te veías tan pacífico mientras dormías, era como si todas tus preocupaciones se hubiesen ido, deseaba quedarme a tu lado y seguir durmiendo en medio de la protección de tus brazos, pero me fue imposible seguir allí, ya que como recordarás tenía que ir a cuidar de nuestro hijo, ya se había quedado mucho tiempo solo, y de seguro al despertar se preguntaría el por qué su madre no estaba con él.

     Tomé mi ropa del suelo y me vestí rápidamente y en silencio, aunque de todas formas el alcohol estaba haciendo lo suyo, y no te dejaría levantarte hasta muy entrado el día. Salí de tu habitación, pero al llegar a la puerta un anciano, sirviente tuyo me vio con ojos de asombro, era tu sirviente más fiel, y lo más triste de todo es que él… sí me reconoció, me recordó y no sabes cuánto me dolió eso, ya no quería seguir allí, así que sin demora deje tu hogar a toda prisa y volví junto a Robert quien apenas se acababa de despertar.

     Luego de ese acontecimiento no volviste a buscarme, supongo que no querías ver a una mujer a la que te llevaste a la cama la primera noche, o tal vez si querías, y pensaste que fui yo la que te abandonó… de todas formas la respuesta a muchas cosas quizás nunca la sabré.

     Pero con el paso de los años seguí viéndote, aunque fugazmente, y Robert también te conoce, aunque nunca llegará a saber que tu eres su padre, ya que a su corta edad de 10 años enfermó de tuberculosis, hago todo lo humanamente posible, pero mis esfuerzos están siendo en vano, estas serán las últimas palabras que quizás te escriba ya que por una jugarreta del destino yo también enfermé, ahora mismo mientras te escribo estoy observando a nuestro hijo, cuidando de él y luchando para que la muerte no lo arrebate de mi lado.
 
***
 
     Han pasado cinco días desde la última vez que escribí esta carta, y no es más que para informarte que nuestro hijo ha muerto, y que ahora solo espero que vengan por él para sepultarlo, ya no tengo más razones para vivir, lo único que me impulsó a seguir se ha ido y nada de lo que haga me lo va a devolver, hoy es 14 de agosto, faltan unos días para tu cumpleaños, una antigua amiga te enviará tu regalo, y como sé que mi muerte se acerca, le he pedido que te haga llegar esta carta en cuanto haya exhalado mi último aliento.

     Espero que estés donde estés seas muy feliz, ya que tú a pesar de olvidarme me diste el regalo más hermoso que pude recibir, sé que nuestro hijo me estará esperando en el cielo y ten por seguro que juntos también te esperaremos a ti.

Que seas muy feliz mi amado Aarón.

PD: Espero que te hayan gustado las rosas.

     Terminadas las últimas palabras soltó aquellas hojas y lloró como nunca lo había hecho en su vida, pero más que tristeza sentía impotencia, no podía recordar su rostro y la última vez que la tuvo entre sus brazos pensó que solo se había tratado de un sueño.

     Vio las rosas sobre la mesa y se acercó hasta olerlas, buscando el aroma de esa mujer, de la cual no podía recordar absolutamente nada, pero a pesar de todo sentía que su corazón si la recordaba, ya que mientras leía cada palabra que ella le había escrito dejaba de sentir esa soledad que habitaba su alma.

     Y siguió llorando hasta pensar que sus ojos se habían secado, deseaba con todas sus fuerzas volver el tiempo atrás y conocerla otra vez, casarse con ella y criar juntos a su hijo. Al cabo de varias horas logró calmarse gracias al consuelo que logró darle su antiguo sirviente Eliott.

-¿Tú la recuerdas?- preguntó Aarón con desesperación.

-Sí.

-Por favor, dime ¿cuál era su nombre?

-Eso no lo recuerdo mi señor, lo mejor será que descanse, sabe que si le altera demasiado se enfermará.

-Ella era la madre de mi hijo… ¿Cómo es posible que no pueda recordarla?

     La culpa no lo dejaba y por todos los medios intentó buscar la tumba de aquella mujer que lo había amado de verdad, pero todos sus esfuerzos fueron en vano ya que su búsqueda se vio interrumpida por la llegada de la Segunda Guerra Mundial y como todo inglés se vio llamado a servir a la corona.

     En todos esos años que duró la guerra, no dejó de pensar en la muchacha que le había brindado tanta felicidad, y para no volver a olvidarla, llevaba siempre consigo la carta que le había escrito… Francia, Alemania, España… no importaba donde estuviera, esa carta siempre lo acompañaba, incluso en el campo de batalla, la tenía siempre junto a su corazón.

     Hasta que un día, cuando peleaba al lado de las tropas norteamericanas recibió un proyectil en el pecho, enviándolo a la tienda de enfermería donde hacían todo lo posible para salvarle la vida.

     Veía correr de un lado a otro a varios médicos mientras que atendían otras heridas, miró en su pecho todos aquellos vendajes con los que habían logrado parar su grave hemorragia, a su lado trajeron a un hombre con una gran cortada en una de sus piernas, aunque este la había sacado barata, ya que otro poco y hubiesen tenido que amputársela, aun así no dejaba de quejarse de los dolores tan intensos que sentía, Aarón ya estaba harto, así que con todas sus fuerzas lo hizo callar.

-¡Cierra… tu maldita boca!... ¡algunos necesitamos… descansar!- al oír su voz el otro soldado guardó silencio, aunque de todas formas no creía haberlo asustado, de pronto sintió que era observado por unos ojos muy curiosos, pero por más que trató de levantarse no logró hacerlo por los fuertes dolores en su pecho.

-No pensaba encontrarte aquí bestia- dijo de pronto una voz que le resultó muy conocida al ojidorado- el soldado quitó la cortina que los separaba dejándose ver.

-¿Quién eres tú?- preguntó confundido, su rostro se le hacía conocido, pero no lograba recordarlo.

-Sé que he cambiado, pero no creo que tanto ¿no me recuerdas? Soy Kyle.

-¿Kyle?- al escucharlo sintió un aire helado cruzar toda su espalda, el hombre en frente de él lo miraba con extrañeza y trató de detenerlo cuando este quiso ponerse de pie- no te muevas aun no te has recuperado.

-Por favor, te lo suplico… necesito que me digas su nombre.

-¿El nombre de quién?

-El nombre de ella… sé que fue… tu prometida, hace muchos años- de entre sus ropas sacó esa carta que siempre llevaba consigo, al cogerla Kyle de inmediato reconoció la letra.

-¡Fuiste tú maldito!... ¡tú la guiaste a la muerte!

-No, por favor, no lo entiendes.

-¿Qué no lo entiendo? Tú la abandonaste con un hijo tuyo en su vientre y te fuiste a París a disfrutar de sus rameras.

-No es cierto… porque yo nunca… llegué a París- ambos se quedaron en silencio por unos instantes hasta que Aarón tomó nuevamente fuerzas para continuar- el tren en el que viajaba… se descarriló, fue un gran accidente, cuando desperté… estaba en un hospital y no recordaba quien era… me llevó muchos meses volver a la normalidad, todas las personas debían presentarse de nuevo conmigo para que yo las recordara, su solo nombre hacía que supiera quienes fueron… pero ella… no me dijo su nombre… así que nunca la recordé y tampoco lo puedo hacer ahora… por favor… dime su nombre, quiero saber el nombre de la mujer a la que amé.

-¿Y cómo sé que dices la verdad?- Aarón ayudado de sus últimas fuerzas sacó una sortija de su bolsillo, esta era de oro, con una piedra preciosa en medio.

-… esto lo encontraron entre mis pertenencias en el hospital… luego de leer su carta, supe que yo también la había amado… tanto así… que me prometí que cuando volviera de París le pediría matrimonio… pero el destino no quiso que fuese así… aunque no puedo recordar su rostro con claridad, sé que fue una mujer muy hermosa.

-Sí… lo fue, yo también sufrí mucho al enterarme de su muerte.

-¿Confías en mi ahora?

-Sí, supongo.

-Gracias…- sus palabras cada vez se iban apagando más, hasta que su cansancio lo hizo cerrar sus ojos- lo único que quiero ahora es estar con ella… y con nuestro hijo.

-… su nombre, era Elizabeth.

-Elizabeth- ahora lo empezaba a recordar todo. Y en su mente la imagen de esa mujer por la que había llorado cobró vida, sus ojos chocolatados, su blanca y suave piel, todo su ser era perfecto… al fin podía estar en paz, su recuerdo había llegado-… mi bella flor… Elizabeth-dio un suspiro sin saber que sería el último, era como si solo estuviese viviendo para saber quien había sido esa mujer cuyo rostro había perdido en el olvido.

     Dicen que al morir vemos a todas las personas a las que hemos amado o que recorremos aquellos lugares que siempre deseamos visitar, pero en el caso de Aarón lo único que ocurrió fue que su cuerpo fue llevado junto a la tumba de Elizabeth y Robert, y así terminar de reunir a esta familia que había esperado tanto para estar junta.